La herencia de la Modernidad
es un sobresaliente antropocentrismo capaz de todo, es decir, de nada bueno. Frustrado
de tanto tienes que ser capaz, tienes que ser capaz, durante mucho tiempo pensó
el católico que la vida cristiana consistía en hacer lo que Dios nos pide, y
que ser santo, hacerse sacerdote, dedicarse a la vida contemplativa o irse de
Misión, es simplemente cuestión de generosidad.