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martes, 17 de octubre de 2023

Qué es conocer y qué no: el mejor anticuerpo contra el virus del credo progresista

 

 

Por: Matías Gastón Lezcano

 

Conocer es captar algo real, haciéndolo presente en la mente mediante el concurso de nuestra percepción. Por tanto, representa un proceso continuo, experiencial complejo que no se halla exento de errores, desafíos y dificultades. También representa un acto libre, un querer ver que no sólo capta, sino y sobre todo, que acepta que de lo real o más bien de la adecuación a lo real depende lo verdadero.

 

Dicho esto, pasemos ahora a una de las características o fases del credo progresista, religión de la actualidad que niega el conocimiento así entendido. Esta característica es el relativismo: actitud mental que hace depender la verdad y validez de cualquier teoría, no de su conformidad con la realidad, sino del mero parecer subjetivo. Dicha actitud corresponde a un complejo proceso de involución que surgió en el campo de la filosofía. El cual, consistió en una sutil modificación del fundamento del conocimiento humano. Y que la academia, desde los albores de la llamada "modernidad", se encargó de propagar en la mente y el corazón de sus estudiantes. En efecto, desde Descartes o más bien, desde la posterior difusión de su racionalismo, que no admitía como seguros los datos proporcionados por los sentidos, se ha propuesto, cada vez más, como base del pensar, no la realidad o las propiedades extraídas de ella, sino el mismo pensar, subjetivo e inmanente.

 

Pero ¿por qué decimos que la actitud relativista constituye una de las fases de un proceso de involución? Muy simple, porque de la "verdad" de cada quién se pasó, casi imperceptiblemente, a la imposición de la "verdad" del número, es decir, a la "tiránica verdad" de las mayorías. Y esto porque, socialmente, ya no fue más la realidad, percibida y considerada en sí misma, la norma de lo verdadero (ni la que desempate cualquier controversia), sino la dictadura de la cantidad. La que es, por decirlo de algún modo, teledirigida por la propaganda. Para desgracia del sano juicio, del deseo legítimo de saber, a través de dicha propaganda es que los grandes monopolios mediáticos manipulan a las ingentes masas en favor de postulados y posiciones siempre funcionales a una reducida élite política. De este modo, la religión progresista va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias.

 

A raíz de esto, vemos necesario proponerte una “sana herejía”, una especie de dique contra el “dogma” progre. Éste consiste, básicamente, en exponer de forma clara qué es conocer y qué el conocimiento. Pues, uno de los problemas para adquirir inmunidad social contra el progresismo es que no se logran sentar las bases explicativas necesarias para que el hombre común, la persona de a pie comprenda, suficientemente, la sutil diferencia entre "cosa" e "idea de la cosa", entre ente y ente pensado.

 

Estamos convencidos que de esta distinción dependen dos nociones vitales para nuestro sano apartamiento de este credo masivo actual. Estas nociones son verdad y falsedad, dado que mediante ellas, los heterodoxos disidentes, podremos entender correctamente qué es el conocimiento y qué su contrario: el fanatismo irracional. Por otra parte, dichas nociones no sólo nos facilitarán la liberación y el correcto uso de la inteligencia, sino que también nos fortalecerán contra la perversión infligida por la “ingeniería social” de esta religión secular. Pero antes, necesitamos que tengas claras la distinción y relación entre realidad y verdad.

 

 Lo real y lo verdadero: una distinción poderosa

El término realidad refiere a las cosas en tanto cosas, o sea, a los existentes y a sus propiedades constitutivas en cuanto tales. El término real, refiere a aquello que es en sí mismo y que no depende de la percepción ni de la conciencia humana en sus determinaciones o modos de ser específicos. Justamente por esto, lo real puede ser objeto de nuestros sentidos e inteligencia: porque existe por sí es capaz de irradiarnos su ser. Dicho de otro modo, las cosas pueden llegar a ser cognoscibles e inteligibles porque son. A tal punto esto es así, que nuestro intelecto no puede captar lo que previamente no existe ni puede pensar lo que primero no ha visto. En efecto, nada hay en el intelecto que antes no haya pasado por los sentidos.

 

Somos conscientes de que no estamos diciendo nada extraordinario, ni corriendo un velo, singularmente, misterioso, pues resulta elemental y redundante afirmar que el ser es. Sin embargo, dada la confusión generada por la propaganda, resulta necesario explicitar cuestiones que sabemos son de sentido común. No es novedad que, actualmente existe un anestesiamiento generalizado de la sensatez más básica. En parte, por la ausencia casi total de formación filosófica seria. Lamentablemente en la mayoría de los estamentos de enseñanza oficial, se ha sustituido el fomento de un genuino y fecundo pensamiento filosófico por un burdo adoctrinamiento ideológico. El cual, es abiertamente promovido y financiado desde las altas esferas del poder público y privado. Esto ha dado como resultado, la institucionalización del absurdo y del desquicio tanto en el fuero civil como jurídico. Dos hechos que resumen esto son, por un lado, que desde el establishment se considere como algo "normal" que “lo personal sea político” y que las llamadas leyes civiles tengan como único fundamento la arbitrariedad parlamentaria. La cual, se sabe como un secreto a voces, es súbdita del poder económico y financiero.

 

Para los que no lo sepan la expresión "lo personal es político" resulta una suerte de slogan que utilizó el movimiento feminista de segunda ola. Hay quienes atribuyen su autoría a la feminista radical estadounidense Carol Hanisch, quién en 1970 escribió un texto que llevó por titulo dicha expresión; aunque ella, como otras feministas reconocidas, rechacen dicha atribución. Lo cierto es que más allá de esto, su significado, si bien admite interpretaciones variadas, posee como nota esencial, la cual hace referencia al hecho de que los legisladores de una comunidad, su aparato jurídico formal, sean los que erigen, impunemente, la apetencia y preferencia individual  en norma general, o sea, en obligación para el resto de los miembros de dicha comunidad. En nombre de las llamadas “minorías”, casi siempre impersonales, el lobby con el “poder del dinero” y de los mass media instalan sus propias agendas, haciendo debatible lo que, por su propia naturaleza, no lo es. Progresivamente, se instalan temas de discusión que vulneran, violentan y destruyen el sentido de sensatez de la sociedad. Del relativismo y del desquicio general se pasa a una suerte de “pensamiento único hegemónico” que funge como “nueva normalidad”, aquella que luego custodiará el celoso y feroz aparato de censura mediática: la corrección política.

 

Ante este panorama calamitoso, la única solución viable es la progresiva recuperación del sentido de realidad, siempre pujante en toda persona. Debemos volver a tomar de aliada a la realidad, a lo que todos ven, el objeto natural del sentido común: la evidencia empírica. De este modo, el intelecto o más bien los hábitos intelectuales se irán purificando de las cadenas ideológicas impuestas por la pseudo religión progresista. Estamos todavía a tiempo de despertar, pues hemos probado todo… es hora de probar la verdad.

 

2 comentarios:

  1. Muchísimas, gracias profesor Matías por este escrito, me ha gustado mucho y por permitir tener este texto en mi página web.

    Saludos, Diego Fernando García.

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  2. De nada Diego estimado, me alegra que así sea. Es un honor para mí poder colaborar con este sitio. Un fuerte abrazo

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