Aquí me llego, todopoderoso y eterno Dios,
al sacramento de vuestro unigénito Hijo
mi Señor Jesucristo,
como enfermo al médico de la vida,
como manchado a la fuente de misericordias,
como ciego a la luz de la claridad eterna,
como pobre y desvalido al Señor
de los cielos y tierra.