TABLA DE CONTENIDO
Lic. Yuri Chavarry Tello
Psicólogo Clínico y Católico
Comprometido con el dialogo entre fe y razón
INTRODUCCIÓN
En los últimos años, se han multiplicado los testimonios de personas (incluso profesionales de la salud mental) que relatan haber tenido experiencias místicas o sobrenaturales durante episodios cercanos a la muerte, enfermedades graves o crisis existenciales. Algunos de estos relatos aseguran revelar verdades sobre la vida después de la muerte, el purgatorio, el juicio divino o el destino de las almas que se suicidan. Aunque estas vivencias pueden resultar profundamente conmovedoras y fortalecer la fe de muchos, es legítimo preguntarse:
a) ¿Hasta qué punto se trata de verdaderas revelaciones divinas?
b) ¿Y cuánto pueden estar influidas por el mundo interior de quien las experimenta?
Desde una mirada psicológica y católica, conviene abordar estos fenómenos con espíritu crítico, serenidad y discernimiento, evitando tanto el rechazo escéptico como la credulidad ingenua.
REVELACIÓN PUBLICA Y REVELACIONES PRIVADAS
La Iglesia Católica distingue claramente entre la revelación pública, que contiene las verdades necesarias para la salvación y que se cerró con la muerte del último apóstol, y las revelaciones privadas, que, si bien pueden enriquecer la vida espiritual, no obligan a la fe ni añaden nuevos contenidos al depósito revelado.
“A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas privadas, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. No pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de ‘completar’ la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una determinada época de la historia” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1997, n. 67).
En consecuencia, los fieles no están obligados a creer en estos relatos, incluso cuando han sido aprobados por la Iglesia (como Fátima o Lourdes). La aprobación eclesial solo confirma que no contienen errores doctrinales y pueden fomentar la piedad.
DISCERNIMIENTO TEOLÓGICO Y ESPIRITUAL
Muchos testimonios presentan elementos en sintonía con la fe católica (como la misericordia divina, la existencia del purgatorio o el valor sagrado de la vida) pero también incluyen descripciones detalladas del más allá o juicios categóricos sobre determinadas acciones, como el suicidio, lo que exige un serio discernimiento.
“Las revelaciones privadas auténticas nunca contradicen la revelación pública, pero siempre deben ser interpretadas a la luz de la fe, el magisterio y la dirección espiritual” (Ratzinger, 2000, p. 6).
Incluso en los santos puede haber error humano al interpretar experiencias espirituales. San Juan de la Cruz advertía: “Aunque sean revelaciones de Dios, las aprehensiones y representaciones pasan por los sentidos y fantasía, y de aquí nace error en la inteligencia si no hay mucho cuidado” (San Juan de la Cruz, s. XVI/Ed. BAC).
APORTES Y LÍMITES DESDE LA PSICOLOGÍA
La psicología reconoce que experiencias cercanas a la muerte, estados alterados de conciencia o crisis profundas pueden provocar fenómenos intensos (visiones, voces, sentimientos de fusión con lo divino) que, si bien pueden vivirse como reales, no implican necesariamente una comunicación sobrenatural objetiva.
Según Baumeister (1990), muchas experiencias interpretadas como revelaciones sobrenaturales pueden estar profundamente condicionadas por procesos psicológicos. Entre ellos, destacan los siguientes:
a) Esquemas religiosos previos: Los esquemas religiosos son estructuras mentales o creencias interiorizadas sobre Dios, el más allá, el pecado, el castigo, la salvación, etc. Estos esquemas se forman desde la infancia y actúan como filtros interpretativos de la realidad. En momentos de crisis o vulnerabilidad extrema, es común que la mente recurra a estos contenidos para dotar de sentido a lo vivido.
Por ejemplo, una persona educada en un contexto religioso muy riguroso puede tener visiones de juicio o condena en un episodio de disociación o durante una experiencia cercana a la muerte. Sin embargo, lo que se manifiesta en la experiencia puede reflejar más las representaciones psicológicas internalizadas que una revelación objetiva. En este sentido, el contenido religioso no es necesariamente falso, pero sí puede estar teñido por el trasfondo emocional y cultural de la persona.
b) Culpas no elaboradas: La culpa es una emoción poderosa que, cuando no se procesa adecuadamente, puede emerger de forma simbólica o intensa durante estados alterados de conciencia. En algunos casos, estas culpas no resueltas se expresan como imágenes de castigo divino, voces acusadoras o sentimientos de condena eterna. Lo que la mente no logra integrar racionalmente, lo proyecta como castigo sobrenatural.
Estas manifestaciones pueden ser interpretadas como revelaciones divinas, cuando en realidad son una dramatización de conflictos internos no resueltos. La psicología clínica ha documentado numerosos casos en los que personas con sentimientos de culpa persistente (por abortos, infidelidades, suicidios de seres queridos, etc.) han tenido sueños o visiones religiosas cargadas de juicio y angustia.
c) Necesidad de sentido: El ser humano necesita dotar de significado a sus experiencias, sobre todo cuando enfrenta situaciones límite como el sufrimiento, la pérdida o la cercanía de la muerte. Esta búsqueda de sentido es un mecanismo profundamente adaptativo, pero también puede inducir a construcciones simbólicas intensas, que la persona vive como revelaciones o mensajes del más allá.
Viktor Frankl (1946/2004) ya señalaba que el vacío existencial puede llevar a los individuos a encontrar significado incluso en experiencias extremas, y que esto puede ser fuente de resiliencia. Sin embargo, cuando esta necesidad se combina con estados de conciencia alterados, la mente puede generar narrativas místicas, como encuentros con seres celestiales, mensajes de salvación o “misiones” trascendentales.
d) Deseo de controlar lo inexplicable: Ante lo impredecible, el caos o la muerte, el ser humano tiende a buscar estructuras que le devuelvan la sensación de control. Las experiencias místicas pueden funcionar, en este sentido, como intentos psicológicos de poner orden en lo incomprensible. Atribuir un significado divino a una enfermedad, una visión al borde de la muerte o un suceso trágico brinda una narrativa que reduce la angustia existencial.
Desde esta perspectiva, algunas personas pueden interpretar sus experiencias como mensajes directos de Dios no tanto por lo que realmente ocurrió, sino por la necesidad de afirmar que “todo tiene una razón” o “esto me pasó para algo”. Este mecanismo puede ayudar a la integración del trauma, pero también corre el riesgo de generar autoengaños o sobreinterpretaciones si no es acompañado por un adecuado discernimiento.
Estas experiencias pueden cumplir una función psicológica adaptativa (como dar sentido al sufrimiento o motivar un cambio vital) pero interpretarlas de forma literal, sin discernimiento, puede reforzar temores, culpas o incluso generar dependencia hacia quien las relata. Grof (2000) advierte que es necesario diferenciar entre experiencias místicas genuinas y estados psicopatológicos. Las primeras suelen dejar frutos de paz, humildad, apertura al prójimo y crecimiento espiritual, mientras que las otras pueden generar confusión, angustia o fanatismo.
EL SUICIDIO: UNA MIRADA DESDE LA MISERICORDIA Y LA COMPRENSIÓN
Uno de los temas más delicados que aparece en estos relatos es el suicidio. Algunos testimonios describen tormentos o condenas para quienes se quitan la vida. Este tipo de mensajes puede ser pastoralmente perjudicial, especialmente para personas vulnerables o familiares de víctimas.
La Iglesia ha desarrollado una comprensión más compasiva del suicidio, reconociendo su complejidad: “No se debe desesperar de la salvación eterna de las personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado, por caminos que Él solo conoce, la oportunidad de un arrepentimiento salvador” (CEC, 1997, n. 2283).
Desde la psicología, se entiende que el suicidio no siempre expresa un deseo de morir, sino una desesperación ante el dolor. Joiner (2005) sostiene que, más que el deseo de muerte, lo que predomina es el deseo de escapar del sufrimiento. Por ello, los mensajes que enfatizan el castigo eterno pueden generar más daño que consuelo.
FE, DISCERNIMIENTO Y ACOMPAÑAMIENTO
Los testimonios espirituales pueden conmovernos e incluso acercarnos a Dios, pero requieren discernimiento a la luz del Evangelio, el Magisterio y la ciencia. La única Revelación que salva es la de Cristo, y el criterio de toda experiencia espiritual debe ser el amor y la misericordia. No nos debe guiar el temor ni el espectáculo místico, sino la sabiduría de la Iglesia, la luz de la razón y una pastoral sensible hacia los más frágiles.
“Dios puede servirse de las experiencias extraordinarias, pero no las necesitamos para amarle ni para vivir el Evangelio. La fe madura se alimenta más del silencio de la cruz que del estruendo de las visiones” (Delicado, 2020, p. 74).
REFLEXIÓN FINAL
Como psicólogo y creyente, he aprendido a valorar el poder transformador de ciertas experiencias espirituales, sin olvidar que toda vivencia humana está mediada por nuestra historia, emociones y necesidades más profundas. No niego que Dios pueda hablar en lo íntimo del alma; de hecho, creo que lo hace con ternura y paciencia.
Pero también sé que no todo lo que sentimos como divino necesariamente lo es. Por eso me preocupa cuando estas experiencias se absolutizan o se convierten en normas universales que generan miedo o dependencia, ya que la verdadera espiritualidad, a mi parecer, nos hace más humildes, más compasivos y libres.
Dios no necesita aturdirnos con visiones para hablarnos, más bien muchas veces lo hace en el silencio, en el sufrimiento compartido, en el rostro del otro. Por lo que hago un llamado a no poner el peso de nuestra fe en lo extraordinario porque lo esencial (el amor, la misericordia, el perdón) ya nos ha sido revelado en Cristo y eso es suficiente.
REFERENCIAS
1. Baumeister, R. F. (1990). Suicide as escape from self. Psychological Review, 97 (1), 90–113. [https://doi.org/10.1037/0033-295X.97.1.90](https://doi.org/10.1037/0033-295X.97.1.90)
2. Catecismo de la Iglesia Católica. (1997). Catecismo de la Iglesia Católica (2.ª ed.). Librería Editrice Vaticana.
3. Delicado, J. (2020). Dios habla en lo secreto: El discernimiento espiritual en la vida cotidiana. Desclée De Brouwer.
4. Frankl, V. E. (2004). El hombre en busca de sentido (23.ª ed., A. Álvarez de Zayas, Trad.). Herder. (Obra original publicada en 1946)
5. Grof, S. (2000). Psychology of the future: Lessons from modern consciousness research. State University of New York Press.
6. Joiner, T. (2005). Why people die by suicide. Harvard University Press.
7. Ratzinger, J. (2000). Comentario teológico al mensaje de Fátima. Congregación para la Doctrina de la Fe. [https://www.vatican.va/roman\_curia/congregations/cfaith/documents/rc\_con\_cfaith\_doc\_20000626\_message-fatima\_sp.html](https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20000626_message-fatima_sp.html)
8. San Juan de la Cruz. (s. XVI). Subida al Monte Carmelo. En Obras completas (Ed. BAC, edición moderna).
Por Lic. Yuri Chávarry Tello
Psicólogo
clínico y católico comprometido con el diálogo fe-razón.
Publicar con nosotros
Pensamiento Serio Únete a: Donar





whatsapp Telegram Discord Boletín electrónico Donar