UN ANALISIS PSICOLOGICO Y ETICO DEL NOVENO MANDAMIENTO: “NO DESEARAS A LA MUJER DE TU PROJIMO”

 

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Lic. Yuri Chavarry Tello

Psicologo  Clinico

C.Ps.P. 17359

UN ANALISIS PSICOLOGICO Y ETICO DEL NOVENO MANDAMIENTO: “NO DESEARAS  A LA MUJER DE TU PROJIMO” 

El noveno mandamiento del Decálogo hebreo, formulado en Éxodo 20:17 y Deuteronomio 5:21, fue asimilado por la civilización cristiana como parte esencial de su ética personal y social. A diferencia de otras normas que regulan comportamientos externos, este mandamiento se dirige a lo más íntimo del ser humano: el deseo. En la tradición judeocristiana, la intención tiene peso moral, y el deseo desordenado puede ser el inicio de una cadena de pensamientos, sentimientos y acciones que hieren no solo al prójimo, sino también a uno mismo.“No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás su casa, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo” (Deuteronomio 5:21, Biblia de Jerusalén, 2009).

Esta norma ética, adoptada por la moral cristiana, se revela como una advertencia contra la cosificación del otro y una guía para el cultivo de una afectividad madura, libre de instrumentalización y dominada por el amor auténtico. Desde la psicología contemporánea, este mandamiento puede ser comprendido como un llamado al desarrollo moral, al autocontrol emocional y a la construcción de vínculos saludables y respetuosos.

Desde el psicoanálisis, Sigmund Freud (1923) plantea que el deseo surge del ello (instancia pulsional), pero debe ser regulado por el superyó, que representa la moral interiorizada. Desear a la mujer (o pareja) del prójimo genera un conflicto psíquico en el individuo éticamente formado, que se debate entre el principio del placer y el principio de realidad. Según lo cual podríamos inferir que, el deseo en sí no es malo ni puede ser eliminado, pero su gestión emocional y cognitiva es clave. La envidia, la comparación constante o las carencias afectivas no resueltas pueden llevar al sujeto a idealizar lo ajeno, debilitando así sus propios vínculos o empujándolo a la frustración y la culpa. En este sentido, el mandamiento no es una represión del eros, sino una orientación hacia una integración ética y saludable del deseo.

El psicólogo Lawrence Kohlberg (1981) propuso que el desarrollo moral pasa por distintas etapas:

a) Nivel preconvencional, donde el sujeto evita codiciar por temor a sanciones sociales o divinas.

b) Nivel convencional, aqui se comprende que hacerlo afecta normas sociales, familiares y vínculos humanos.

c) Nivel postconvencional, donde se renuncia al deseo por convicción ética y respeto a la dignidad del otro.

A mayor madurez moral, mayor capacidad de gestionar deseos en función de valores superiores. Como señala Gibbs (2013), el juicio moral implica empatía, reflexión crítica y compromiso con el bienestar del otro, incluso cuando ello implique sacrificio personal.

Por su parte, desde la psicología de la religión, este mandamiento se interpreta como un llamado a purificar la intención y orientar el deseo hacia vínculos verdaderos, maduros y sanos. Jesús de Nazaret, en el Sermón del Monte, profundiza este mandamiento:Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5:28, Biblia de Jerusalén, 2009).

Aquí se propone una ética del corazón, donde no basta evitar la acción; también debe cultivarse una interioridad orientada al respeto, la libertad y el amor auténtico.

Viktor Frankl (1997), aunque no se enfocó en la religión como dogma, destaca que el deseo humano debe canalizarse hacia el sentido y no solo hacia la gratificación, porque cuando el deseo se vuelve impulsivo o posesivo, muchas veces refleja una crisis de sentido más profunda. En cambio, cuando se vive con propósito, se renuncia a lo que puede atraer pero destruye, en favor de lo que edifica aunque requiera esfuerzo. Desde mi postura como psicólogo formado en Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) considero que muchas formas de malestar provienen de pensamientos automáticos, creencias distorsionadas y esquemas disfuncionales. Frente al deseo hacia una persona comprometida, pueden aparecer pensamientos como:

a)        “Si lo deseo, es porque debe ser mío” (pensamiento mágico).

b)        “Solo estoy pensando, no hago daño a nadie” (minimización).

c)        “No puedo evitarlo” (fatalismo).

Judith Beck (2015) propone estrategias como la reestructuración cognitiva, la detención del pensamiento y el reemplazo por alternativas racionales basadas en valores. El deseo no se niega, pero se trabaja para no reforzar patrones de pensamiento que conducen a la insatisfacción, la traición emocional y el autoengaño. Por ejemplo:

a) “Si lo deseo, es porque debe ser mío” (pensamiento mágico) Un pensamiento funcional alternativo seria: "Puedo sentir deseo por alguien, pero eso no significa que deba actuar en base a él. Mis valores y el respeto a los compromisos ajenos son más importantes que una emoción pasajera."

b) “Solo estoy pensando, no hago daño a nadie” (minimización) Una propuesta mas racional seria: "Aunque no actúe físicamente, alimentar estos pensamientos puede debilitar mi autocontrol, dañar mi integridad y alejarme del tipo de persona que quiero ser."

c) “No puedo evitarlo” (fatalismo) Una alternativa de pensamiento mas adaptativo podría ser: "No elijo lo que siento, pero sí cómo reacciono ante ello. Tengo la capacidad de redirigir mis pensamientos y actuar con libertad y responsabilidad."

Estos pensamientos funcionales ayudan a fortalecer el autocontrol, el autoconocimiento y el alineamiento con valores personales, pilares del abordaje cognitivo-conductual para enfrentar situaciones éticamente complejas. El deseo no se niega, pero se trabaja para no reforzar patrones de pensamiento que conducen a la insatisfacción, la traición emocional y el autoengaño. En última instancia, la meta terapéutica no es reprimir el deseo, sino gestionarlo de forma madura, consciente y coherente con los propios principios.

Aunque el mandamiento tiene un origen religioso, muchos pensadores no creyentes también han defendido la fidelidad como un valor emocional, ético y social. El filósofo Alain de Botton (2016), ateo confeso, afirma: “Una relación estable requiere de una enorme dosis de autocontrol frente a las tentaciones del deseo. La fidelidad no es un mandato religioso: es un acto racional de amor maduro” (p. 213).

De forma similar, André Comte-Sponville (2006) sostiene que:“Engañar no solo destruye la confianza del otro, sino también nuestra dignidad personal. La fidelidad no es una virtud anticuada, sino una forma de honradez emocional” (p. 114).

Incluso, Esther Perel (2017), terapeuta de parejas de orientación secular, destaca que muchas infidelidades no nacen del deseo amoroso, sino de vacíos personales y necesidad de validación:Una aventura puede parecer emocionante en el corto plazo, pero casi siempre deja un rastro de dolor, traición, inseguridad y pérdida de autoestima en los involucrados” (p. 45).

Estos puntos de vista muestran que el respeto a los vínculos ajenos no es exclusivo del pensamiento religioso, sino una necesidad universal para el bienestar emocional y la justicia afectiva.

En una sociedad profundamente erotizada, donde predomina el hedonismo —es decir, la búsqueda del placer inmediato por encima de los valores tradicionales—, no resulta extraño que películas como Los puentes de Madison (1995), entre muchas otras, hayan contribuido a romantizar la infidelidad, presentándola como un acto de autenticidad o de heroísmo frente a una vida “gris” o rutinaria.

Sin embargo, como advierte el sociólogo Zygmunt Bauman (2003), vivimos en una cultura de “relaciones líquidas”, caracterizada por vínculos frágiles, fugaces y escasamente comprometidos. Frente a ello, Bauman señala con lucidez: “El amor duradero no es resultado de la espontaneidad perpetua, sino de la decisión diaria de cuidar al otro y respetar su mundo” (p. 112).

Por todo lo descrito me atrevo a afirmar que el idealizar el deseo hacia personas comprometidas, en nombre de la pasión o la “libertad emocional”, es, en muchos casos, una forma de narcisismo afectivo que ignora el sufrimiento real que puede causar como, las rupturas familiares, traición, pérdida de confianza y un profundo dolor emocional. No se trata de negar el deseo, sino de reconocer que no todo lo que se siente debe traducirse en acción, especialmente cuando ello implica dañar a otros y a uno mismo.

Como hemos visto el noveno mandamiento no es simplemente una norma religiosa: es una invitación al autoconocimiento, a la madurez emocional y a la fidelidad afectiva. Desde la teoria del desarrollo moral, la psicoterapia cognitivo-conductual, la psicologia de la religión —e incluso desde el pensamiento secular— se reconoce que respetar los vínculos ajenos es clave para una vida emocionalmente sana, ética y digna.. En un mundo donde se trivializa la fidelidad y se erotiza lo ajeno, esta antigua enseñanza se mantiene vigente como un faro moral. No se trata de reprimir el deseo, sino de aprender a amar con conciencia, libertad y responsabilidad.“El noveno mandamiento pone en guardia contra la concupiscencia carnal; el décimo, contra la avidez de los bienes ajenos. El combate contra la concupiscencia pasa por la purificación del corazón y la práctica de la templanza” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2517, 2003).

REFERENCIAS

1.        Bauman, Z. (2003). Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Fondo de Cultura Económica.

2.        Beck, J. S. (2015). Terapia cognitiva: Conceptos básicos y profundización. Desclée De Brouwer.

3.        Biblia de Jerusalén. (2009). Edición latinoamericana. Desclée De Brouwer.

4.        Catecismo de la Iglesia Católica. (2003). Edición oficial en español. Librería Editrice Vaticana.

5.        Comte-Sponville, A. (2006). Pequeño tratado de las grandes virtudes. Paidós.

6.        de Botton, A. (2016). El curso del amor. Penguin Random House.

7.        Dryden, W., y Ellis, A. (2006). El ABC de la terapia racional emotiva conductual. Desclée De Brouwer.

8.        Frankl, V. E. (1997). El hombre en busca de sentido (24.ª ed.). Herder.

9.        Freud, S. (1923). El yo y el ello. Obras completas, Tomo XIX. Amorrortu Editores.

10.    Gibbs, J. C. (2013). Moral Development and Reality: Beyond the Theories of Kohlberg and Hoffman. Oxford University Press.

11.    Kohlberg, L. (1981). Essays on Moral Development: Vol. 1. The Philosophy of Moral Development. Harper & Row.

12.    Perel, E. (2017). The state of affairs: Rethinking infidelity. Harper.

 

Por Lic. Yuri Chávarry Tello
Psicólogo clínico y católico comprometido con el diálogo fe-razón. 

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Diego García

Soy el administrador del Pensamiento Serio. Soy un lector de filosofía, libros que hablan de pensamiento humano, mi corriente filosófica es: neo-realismo analógico. Escritor de blog, artículos, creador del proyecto «pensamiento serio»

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