Ya no es posible decir que
todos los que están en una situación llamada “irregular” viven en una situación
de pecado mortal, privados de la gracia santificante.
La impunidad y la
responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas o incluso suprimidas.
La Iglesia nunca ha
confundido la impunidad externa, que considera las acciones y situaciones de
las personas, y la culpabilidad interna de la conciencia personal.
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