La
apariencia es una forma de aparecer o mostrar algo al exterior que
no es, forma de ser o virtud que no se posee.
En ocasiones la apariencia hay que verla con actitud
positiva como aquello verosímil o
como un mundo de posibilidades.
El arte expresa bien lo que
es la apariencia, lógicamente uno ve en el «teatro» escena pintada de corte de
una obra teatral con actores o muñecos que representan una función o un momento
de representación, donde se hace un rol de un personaje o alguna situación.
¿Con fama y riqueza,
cualquiera es bonito?... ¿Necesito acaso de alguna apariencia para mostrar mi ser?... ¿Qué es más importante «la fama
y riqueza» o «el conocimiento de sí
mismo»?... ¿Qué apariencia tengo delante de los demás, es lo que «soy» o lo que «deseo mostrar»?...
Las apariencias nos engañan…
«Detrás de aquello tan bueno no dan
tanto» nos recordaban nuestros abuelos.
Las
apariencias nos engañan… Cuanto
escándalo hace una gallina cuando pone un huevo, y que silencio el de la vaca
cuando aparatosa una tonelada de espuma, y que valiosa y discreta una
esmeralda. Y saber que los hombres nos lanzamos engreídos tras las apariencias. Con ese mismo criterio acogemos o rechazamos a las personas. Que equivocación
y que pena.
N.B: 1. El ser humano cuando vive de
apariencias o la apariencia lo engaña, termina siendo una «cosa no una persona», o confunde «el ser cosa con ser persona». 2.
Este escrito es una pequeña reflexión sobre las apariencias, pero lógicamente hay
mucha tela que cortar con este tema.
Tu amigo de siempre: Diego
García.