La inoperancia de la autoridad en la Iglesia desde
hace al menos medio siglo es, creo yo, evidente para cualquier persona
medianamente razonable, quizá con la excepción de una buena parte de los
propios clericós, que parecen extrañamente ciegos a ella (o, peor aún, en
algunos casos están encantados con la situación). Esta situación de la jerarquía
en sus funciones de gobierno es lo que Romano Amerio llamo la resistencia de la
autoridad eclesial.