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sábado, 2 de agosto de 2014

¿Católicos obsesionados por el sexo?

Obsesión (Del lat. obsessĭo, -ōnis, asedio).1. f. Perturbación anímica producida por una idea fija; 2. f. Idea que con tenaz persistencia asalta la mente. [Real Academia Española]

La obsesión es en substancia una serie de tentaciones más violentas y duraderas que las ordinarias [Ad Tanquerey, Compendio de Teología Ascética y Mística, tomado de Catholic.net]

Ayer nos enterábamos, a través de Infocatólica, del revuelo que produjo en los medios de comunicación la un párroco se negó a admitir como padrino de bautizo a un homosexual, debido a que se encontraba en pública relación con otro hombre.

Basta un somero conocimiento acerca de la función de los padrinos de bautismo para darse cuenta de que la decisión del sacerdote estaba plenamente justificada (y, como no podía ser de otro modo, fue rápidamente respaldada por el obispado), y el hecho de que siquiera se haya planteado como una posibilidad por los padres del niño, es una evidencia más del triste estado de la catequesis.

Tan natural y previsible como la respuesta de la Iglesia, ha sido la reacción de los medios de prensa que rápidamente han recurrido a sus plantillas para acusar a la Iglesia de discriminación y de estar obsesionada y atemorizada con a los homosexuales. Especialmente interesantes son los comentarios dejados por los visitantes, donde además del ya monótono cúmulo de acusaciones típicas (que si la homofobia, y la discriminación, y la pedofilia, etc.), encontramos algunos que parecen sinceros en su sorpresa por la actitud del párroco de Jaén, y que por lo tanto conviene abordar en sus razones.

Ya podrán revisar Uds. mismos los enlaces, pero, para desarrollar el tema, sirva por esa minoría, el siguiente comentario:
Pues encuentro mas coherente la posicion del cura que la del futuro padrino, lo triste es que la iglesia solo condene el sexo y no otros delitos que perjudican a mucha mas gente del pueblo cometidos por los caciques que se consideran propietarios del mismo.

O sea, está la idea que el sexo no es tan importante, que si vamos a juzgar la aptitud para ser padrino de bautismo, parece que hubiera otros criterios de adhesión a la vida cristiana que considerar antes que el ser homosexual,como la solidaridad y el respeto a los demás, y que al insistir en poner el tema del matrimonio homosexual primero, la Iglesia no hace más que reflejar su obsesión por el sexo.

Es un acusación tan común como curiosa, pues se levanta en medio de un ambiente cultural inundado por ingentes cantidades de pornografía y que normaliza toda desviación sexual en cuanto sea consentida. Más bien parece que lo imputado es que los cristianos no están lo suficientemente convencidos con la actitud general hacia este tópico e insisten demasiado en regular la sexualidad conforme a antiguas normas, que ya no parecen tener sentido.

Insisto: si quisiéramos saber quién está obsesionado con el sexo, los acusadores contra la Iglesia apenas apenas podrían aportar como pruebas algunos párrafos del Catecismo Universal, y una que otra encíclica cada 40 años. De los miles de sermones que producen nuestros curas diariamente ¿Cuántos creen que se refieran al sexo? Yo voy a misa dominical hace más de 10 años, no recuerdo ninguno, puede que me haya dormido algunos, pero si ese fuera el tema creo que habría despertado. Por el contrario, contra la cultura moderna tendríamos millones de horas de producción audiovisual, incluyendo no sólo la pornografía, sino además tantos programas (series cómicas, películas, documentales) donde parte importante del atractivo es exponer la sexualidad como una actividad trivial, sin compromiso ni consecuencias.

Son los obsesionados, los encadenados a la idea fija de que todo tiene un significado sexual (no lo decimos nosotros, lo dijo Freud) y que no se puede ser humano sin una vida sexual activa y plena, son ellos los que, como el proverbial ladrón, creen a todos de su condición, y por eso, cada año bisiesto, cuando a la Iglesia no le queda otra que reiterar que aquí la regla no es “todo es cancha", la acusan de estar obsesionada con el sexo.

Si tuviéramos que admitir un cargo, sería que para la Iglesia el sexo es importante. Nos revelamos contra la doctrina de que el sexo es una droga de bajo costo, una entretención más, algo que hacer mientras esperas morir. La importancia del sexo no es opcional para los cristianos, sino que recorre toda la Biblia, desde el mandamiento a la primera pareja humana de “creced y multiplicaos", hasta el Apocalipsis, donde nos enteramos que la historia culminará con la unión nupcial entre Cristo y la humanidad, pasando por el Cantar de los Cantares, las bodas de Caná y por las epístolas de San Pablo, donde explica que el matrimonio es símbolo de una realidad mucho más grande, que es la relación entre Jesús y la Iglesia.

Incluso desde un punto de vista lógico, el sexo es importante porque está esencialmente unido a la transmisión de la vida humana, que es creada a imagen y semejanza de Dios.

Vale. El sexo, y consecuentemente el matrimonio, son importantes para los católicos, pero ¿será para tanto? Si se trata de cumplir los múltiples preceptos de la vida cristiana para ser padrino¿Vale más que no ser ladrón, asesino, violador o pedófilo?
Evidentemente que no, un violador, pedófilo o mentiroso compulsivo están igualmente descalificados para servir como testigos de la fe cristiana ante sus ahijados, pero ese no es el punto, porque normalmente estas personas, en cuanto reconocen que cometen estos pecados, están en condiciones de arrepentirse de ellos y ser vueltos a la comunión con la Iglesia. Incluso un adúltero puede mantenerse en esa condición por muchos años, pero una vez expuesto su pecado, no trata de justificar que esa es una forma de vida aceptable para un cristiano.

En cambio, una persona en público concubinato homosexual, por ese acto, expresa abiertamente su rechazo y desprecio a la enseñanza cristiana acerca del matrimonio (siendo esto un aspecto tan importante como hemos visto), y al mismo tiempo niega que se encuentre en un pecado del cual deba arrepentirse, cerrando con sus propios actos toda posibilidad de una reconciliación con la Iglesia. Por lo tanto, no se trata de un caso de discriminación en razón de la orientación sexual, ni siquiera de que se les descalifique por los pecados cometidos, el impedimento apunta claramente a que la persona propuesta no se encuentra en comunión con la Iglesia, y por lo tanto no es apto para cumplir las labores que implica su cargo como padrino de un niño cristiano.

Visto de este modo, es claro que la Iglesia no discrimina a las personas por ser homofóbica, sino que, en esas condiciones, sería irresponsable y un grave error pretender que esta persona puede ejercer como padrino, y en ese sentido, el párroco de Huelma ha hecho nada más que lo justo y necesario.

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