EL PERFIL PSICOLOGICO DEL CANDIDATO ETERNO: UNA LECTURA CLINICA Y CIUDADANA DEL COMPORTAMIENTO POLITICO EN CAMPAÑA

 

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Lic. Yuri Chavarry Tello

Psicólogo Clínico y facilitador de procesos grupales

 

EL PERFIL PSICOLOGICO DEL CANDIDATO ETERNO  

En el escenario electoral peruano se repite una escena ampliamente reconocible, la cual se refleja en ciudadanos que durante años han sido vecinos distantes, poco empáticos, incluso conflictivos, reaparecen en campaña saludando efusivamente, visitando casas y proclamando virtudes que su vida cotidiana contradiría. Muchos de ellos se postulan varias veces, aun cuando el electorado los ha rechazado de manera persistente. Analizar este fenómeno desde una perspectiva psicológica no significa diagnosticar personas —algo prohibido éticamente (Colegio de Psicólogos del Perú, 2017)— sino comprender los patrones conductuales y motivacionales que suelen aparecer en ciertos perfiles políticos.

En el presente análisis busco iluminar por qué algunos aspirantes actúan como lo hacen y cómo estos comportamientos pueden afectar la calidad del liderazgo y la relación con la comunidad.

LA POLITICA COMO ESCENARIO Y EL ROL PERFORMATIVO DEL CANDIDATO

La psicología social ha mostrado que las personas pueden adoptar roles con sorprendente facilidad, especialmente cuando dichos roles conllevan reconocimiento o poder. Goffman (1959) explica que la vida social implica representar “papeles” ante distintas audiencias. Algunos políticos llevan esta representación al extremo, paradójicamente en su vida diaria mantienen actitudes de indiferencia, pero en campaña activan un “yo político” diseñado para agradar.

Este fenómeno es un ejemplo claro de manejo de impresión, concepto que alude al esfuerzo por controlar la imagen que los otros perciben. En campaña, ese manejo llega a su punto máximo porque la recompensa es inmediata, como la aprobación, visibilidad y votos. Lo problemático no es que un candidato mejore su comunicación (algo deseable) sino que exista una desconexión radical entre su estilo habitual de convivencia y la persona que interpreta en campaña. Esa brecha revela que la conducta amable está guiada por un refuerzo externo, no por convicción.

DEFICIENCIAS EN HABILIDADES SOCIOEMOCIONALES Y LA CARA OCULTA DEL POLÍTICO HOSTIL

Cuando un aspirante muestra conductas de soberbia, dificultad para saludar, incapacidad para tolerar la crítica o conflictos recurrentes con sus propios vecinos, es razonable pensar en déficits de inteligencia emocional. Goleman (1995) plantea que el liderazgo se sostiene en tres pilares, que son autoconciencia, autorregulación y empatía. La incapacidad para establecer vínculos sanos indica deficiencias en uno o varios de estos elementos.

Además, la convivencia vecinal (por su cercanía y ausencia de cámaras) es un contexto donde las máscaras caen. Allí es donde se ve la estructura real del estilo interpersonal. Yukl (2013) enfatiza que el comportamiento cotidiano predice mejor la conducta futura que cualquier declaración pública. Por ello, un candidato que en campaña saluda a todos, pero fuera de ella desprecia el contacto humano evidencia una inconsistencia que compromete su credibilidad.

LA REPETICIÓN DE CAMPAÑAS FALLIDAS: MOTIVACIÓN, CEGUERA NARCISISTA Y SESGOS COGNITIVOS

Postular repetidamente sin mejorar resultados no es solo un hecho electoral. También es un fenómeno psicológico. McClelland (1987) señala que la motivación de poder puede ser adaptativa, pero también puede distorsionarse cuando la persona confunde liderazgo con validación personal. En algunos casos, la insistencia en postular puede estar alimentada por sesgos cognitivos, como:

Sesgo de superioridad, que lleva a sobreestimar las propias capacidades.

Sesgo de autoservicio, que atribuye fracasos a factores externos (“la gente no entiende”, “me sabotean”).

Ilusión de control, que hace creer que solo falta insistir una vez más.

Otros casos pueden responder a estilos narcisistas, caracterizados por sensibilidad extrema al rechazo, necesidad de aplauso y dificultad para reconocer errores (American Psychiatric Association, 2013). No se diagnostica a nadie desde lejos, pero se describen patrones observables en ciertos perfiles que encuentran en la política una fuente de gratificación simbólica.

En estos casos la candidatura reiterada funciona más como un mecanismo de reafirmación del yo, más que como una respuesta a necesidades reales de la comunidad.

EL USO ESTRATEGICO DE LA AMABILIDAD COMO REFUERZO CONDUCTUAL Y OPORTUNISMO POLITICO

Desde el punto de vista conductual, la aparición súbita de amabilidad en campaña responde a procesos simples de aprendizaje. Skinner (1953) explica que cuando un comportamiento obtiene refuerzos (en este caso, ser aplaudido, considerado, visibilizado) tiende a aumentar, aunque no haya un cambio profundo en la personalidad. En otras palabras, el candidato no saluda porque ha desarrollado empatía; saluda porque comprende que el saludo funciona.

Esta instrumentalización de gestos relacionales es uno de los problemas centrales del populismo local, desde el cual se asume que la comunidad es un público a ser conquistado, no un tejido humano al que se pertenece. Cuando la amabilidad es solo un recurso electoral, la ciudadanía lo percibe y lo sanciona con desconfianza.

LA INSTRUMENTALIZACIÓN DEL PODER LOCAL Y DESCISIONES RIESGOSAS EN BUSQUEDA DE APROBACIÓN

Un fenómeno preocupante (cada vez más visible, especialmente en el norte chico) es que ciertos funcionarios, en búsqueda de reelegirse, empiezan a tomar decisiones temerarias o éticamente cuestionables para reforzar su imagen de “gestores eficientes”. Últimamente se han visto autoridades que. registran propiedades en litigio a nombre de la entidad que dirigen, regalan terrenos cuyo origen no está claro o realizan actos administrativos apresurados que parecen más destinados a impresionar al electorado que a servir al interés público.

Desde la psicología política, esto se interpreta como conducta estratégica impulsada por ansiedad de control y necesidad de reconocimiento. Skinner (1953) explicaría que se trata de conductas reforzadas por la expectativa de votos, aun si comprometen la legalidad, la prudencia o la ética.

Cuando un líder actúa movido por su necesidad de permanecer en el poder y no por un sentido real de responsabilidad, la corrupción deja de ser una excepción y se convierte en un patrón probable.

LA IMPORTANCIA DEL HISTORIAL CONDUCTUAL COMO EL MEJOR PREDICTOR DEL LIDERAZGO

La psicología del aprendizaje y la teoría social cognitiva coincide en que la conducta pasada es el mejor predictor de la conducta futura (Bandura, 1986). Por ello, evaluar a un candidato únicamente por su discurso o por su comportamiento durante la campaña es un error frecuente. El votante informado debería mirar cómo trata a su familia y a quienes laboran con él, su capacidad para resolver conflictos sin agresividad, si asume responsabilidades o deriva la culpa, si vive en coherencia con los valores que proclama y si tiene capacidad real de escucha o solo tolera aplausos.

El verdadero liderazgo se prueba en la vida diaria, no en la coreografía electoral.

La democracia peruana no requiere más candidatos empeñados en interpretar un personaje, sino líderes capaces de regular sus emociones, relacionarse con respeto y actuar con coherencia incluso cuando nadie los observa. Un liderazgo emocionalmente inmaduro termina reproduciendo relaciones de poder tóxicas, mientras que un liderazgo con inteligencia emocional genera vínculos sanos, decisiones prudentes y una genuina vocación de servicio. Porque los ciudadanos no solo elegimos un plan de gobierno, también elegimos un estilo de relación.

Es por todo ello que a modo de recomendación para los votantes que como psicólogo y como ciudadano, sugiero observar no la puesta en escena de la campaña, sino la trayectoria humana del candidato. Valoremos más la coherencia que el carisma improvisado. Preguntémonos cómo ha tratado a su comunidad cuando no necesitaba votos, cómo ha reaccionado ante la crítica, y qué clase de vínculos sostiene en su vida cotidiana. Optemos por líderes que no necesiten “convertirse” en buenas personas durante unos meses, sino aquellos cuya amabilidad, responsabilidad y respeto forman parte de su biografía, no de su estrategia.

REFERENCIAS

1.      American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5.ª ed.).

2.      Bandura, A. (1986). Social foundations of thought and action: A social cognitive theory. Prentice-Hall.

3.      Colegio de Psicólogos del Perú. (2017). Código de Ética y Deontología del Psicólogo. CPP.

4.      Goffman, E. (1959). The presentation of self in everyday life. Doubleday.

5.      Goleman, D. (1995). Emotional intelligence. Bantam.

6.      McClelland, D. (1987). Human motivation. Cambridge University Press.

7.      Skinner, B. F. (1953). Science and human behavior. Macmillan.

8.      Yukl, G. (2013). Leadership in organizations (8.ª ed.). Pearson.

Por Lic. Yuri Chávarry Tello
Psicólogo clínico y católico comprometido con el diálogo fe-razón. 

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Diego García

Soy el administrador del Pensamiento Serio. Soy un lector de filosofía, libros que hablan de pensamiento humano, mi corriente filosófica es: neo-realismo analógico. Escritor de blog, artículos, creador del proyecto «pensamiento serio». Me gusta el tomismo y la Filosofía Colombiana.

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