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lunes, 8 de junio de 2015

Las razones de la sinceridad


José Luis Nunes Martins

https://www.facebook.com/jlmartins/posts/10204225304380357:0


                                                         Ilustração de Carlos Ribeiro

Hay quien no oculta sus faltas. Hay quien prefiere ser poco, pero entero que tener que mezclarse con impurezas para parecer mayor. Hay quien nunca se amolda a las situaciones hasta el punto de transformarse en otro, perdiéndose a sí mismo. La sinceridad es la cualidad esencial del que, no siendo perfecto, es aún así valioso, porque es real y auténtico.

Ser sincero es más que tener un gesto ejemplar una palabra verdadera. Es ser entero en cada decisión, en cada palabra… Ser sincero es una elección que se renueva cada hora.

Todos fallamos. El error es una señal evidente de que somos limitados, pero es también el punto a partir del cual cada uno revela lo que es. Unos ignoran, otros prefieren disculparse, culpando a quien no tiene la culpa. Otros aún, pocos, reconocen sus errores y procuran enmendarse, no a través de disfraces o pinturas superficiales, sino de un cambio más profundo.

Sólo quien decide ser fuerte, consigue llegar a ser sincero. Es duro y supone una elevada capacidad de sufrimiento. Por eso, no es algo que se deba esperar de personas débiles y pobres de voluntad.

El sincero consigue resistir a la maldad y seguir adelante, aún cuando sólo parece haber caminos torcidos. Escoge ser puro e inocente, por la fuerza y el coraje con que resiste a todo lo que lo seduce y amenaza, pero que, en verdad, sólo lo quiere disminuir  a través de la culpa.

Hay personas que no buscan artificios en su relación con los otros, se revelan tal como son.

Nunca es una buena opción ocultar nuestros defectos. Quien se deleita con las bellas apariencias raras veces le importa lo que tiene valor profundo. Así como quien se preocupa por el valor real sabe que no hay gente sin defectos, grietas y flaquezas, y que la verdadera integridad es la de reconocernos como somos, no porque seamos mejores, sino porque no queremos ser peores, creándonos ilusiones.

Una persona sincera es igual a sí misma. Crece, pero se mantiene fiel a su pureza original. No crea equívocos, aunque prefiera reservar para después lo que tiene de mejor.

Otros son los que se giran y giran, dando vueltas y más vueltas sobre sí mismos, a fin de, rastreando siempre, intentan llegar a lo que no es suyo, a lo que no son… sólo porque no tienen fuerza ni coraje para ser. No se dan cuenta de que por ese camino descendente, no hay sino vacíos disfrazados de cosas grandes.

Cuando una verdad se acrecienta con unas cuantas verdades más, con intención de que la mezcla pase después por valiosa, lo que se obtiene es sólo una mentira repintada. Y, por más refinada que sea, no dejará jamás de ser una impureza.

No es fácil doblegar a alguien sincero y honesto. Porque, a pesar del sufrimiento que eso le causa, sabrá que la verdad es siempre mayor que la malicia de los que intentan lo que fuere preciso  para que nadie sea sino como ellos son.

La hipocresía es más común que la sinceridad. Es preciso crecer mucho, al punto de ser capaces de la verdad aún después de las mentiras. Al final, son las mismas máscaras que no esconden lo que nos impide ver el mundo y a los otros tal como son.

La sinceridad, jamás puede ser la razón para hacer daño a alguien. Ser sincero es también saber escoger  que decir y que callar. No debemos decir todo cuanto pensamos, más aún si no lo hubiéramos pensado con honestidad e inteligencia. El silencio es parte esencial de la verdad y de la sinceridad.

Si hay palabras que son gestos dignos de alabanza, también hay palabras que sólo llegan a ser buenas si se cumplieran por las manos de los que osan decirlas.


Una buena acción, o una palabra verdadera, no pierden su valor sólo porque nadie los reconozca… Parte de la dureza de la sinceridad es el abandono al que   se envía a los sinceros… aquellos que se deciden a seguir por el camino que conduce al cielo. Derecho.

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