Al dar una mirada a nuestra realidad con más detalle y descubrir la ambigüedad, en la que siempre ha estado el hombre, se hace necesario que él dedique tiempo y le brinde un correcto uso a la razón para liberarse del laberinto en el que está metido, y por tanto descubrir el sinsentido de la vida, porque nos puede parar como a los prisioneros del mito de la caverna de Platón, un gran símbolo de la metafísica. En una caverna se encuentran unos hombres que al estar atados por las piernas y el cuello solo pueden contemplar el fondo de la caverna y en ella unas sobras, que son solo el reflejo de hombres que se mueven llevando estatuas que representan toda clase de cosas, por tanto, estos prisioneros están condenados a contemplar solo el reflejo de la realidad, ven solo la sobra de la verdad y por tanto es fácil desfigurar su verdadero significado, llegando incluso a creer que lo verdadero es el simple reflejo proyectado en la pared por el efecto de la luz del sol[1].
De igual manera el hombre contemporáneo sigue atrapado en la misma realidad que Platón ya vislumbro 400 años a. C., sigue atrapado en el mundo por las cadenas de la ignorancia, contemplando solo la sombra borrosa de la verdad y por lo tanto seguirá sacando conclusiones sin certeza.
Pero Descartes en el mundo moderno viene a ser como el prisionero, del mito de la caverna, que logra desatarse con cierto grado de dificultad para contemplar la verdad tal como es, así lo entendió el Padre Guerardr cuando afirma «Descartes estaba encerrado, como los demás filósofos en el laberinto de imposible salida, pero se dio alas a sí mismo y se elevó a las regiones de la verdad, señalando a la razón cautiva en el camino luminosos de su emancipación»[2]. Por lo tanto el padre del cartesianismo es un gran ejemplo para el mundo de hoy, es cierto, la razón no constituye la totalidad de la existencia humana, pero bien orientada es la luz que se encargara de orientar el camino que debemos seguir.
De esta manera el método de la duda es un excelente medio para comprobar la verdad de las cosas, nos demuestra la importancia de la comprobación y verificación de la realidad, no se trata de creer ciegamente lo que nos dicen, es necesario verificar la validez de cualquier contenido. Con esto no quiero decir que sea el único camino que se debe seguir porque el hombre mira la realidad desde diferentes puntos de vista y puede encontrar mejores caminos que de igual manera lo llevaran a la contemplación de la verdad, ni mi interés tampoco es recomendarlo porque al igual es solo la perspectiva de un filósofo egoente, que desvirtuó todo el conocimiento elaborado hasta el momento; pero que contemplo un ideal, pero sin embargo demostró que se puede trascender y romper límites.
Ahora nos queda un gran reto para los que contemplamos lo que es solo el amanecer del tercer milenio, liberar la verdad de la ambigüedad en que se encuentra, definir horizontes claros y jugarnos la vida por trascender hasta la realización de nuestros sueños. En la actualidad contamos con muchos más recursos para descubrir el tesoro oculto, del que ya había hablado en páginas anteriores en la valides del pensamiento cartesiano, y que al tenerlo en nuestro poder nos servirá para trasformar la realidad actual en plenitud, pero que desconocerlo nos hace esclavos de una falsedad, de aquella que nos dice que el mundo en el que vivimos lleva la esencia del sinsentido, que estar en el mundo es vivir en un destino ciego.
El método cartesiano esta dividido en cuatro reglas principales: la primera evidencia racional. La segunda es el análisis, o la descomposición necesaria para la simplicidad, la tercera regla es la síntesis que parte de elementos absolutos creando una reconstrucción autentica de las doctrinas descompuestas por la regla anterior. Y la cuarta es la revisión o control con el fin de impedir la infiltración de cualquier error que se haya pasado. De esta manera las cuatro reglas del método se deben realizar de manera consiente ya que cada una se convierte en eslabón de la siguiente.
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