En la diócesis donde trabajo, en términos cuantitativos hay más ex-seminaristas que seminaristas y que sacerdotes. Gracias a Dios la mayoría de los ex-seminaristas siguieron una profesión y alcanzaron un trabajo digno, formaron una familia, llevan una vida cristiana comprometida, y siguen visitando el seminario de quien tienen mucho cariño y aprecio. De vez en cuando se organizan para recolectar alimentos para ayudar al seminario, dos o tres ex-seminaristas ayudan algunos seminaristas con la contribución de las "propina" (aquí los seminaristas contribuyen con 50 dolares cada mes). Sin embargo, la mayoría no lo es el todo, existe una pequeña parte de ex-seminaristas que lamentablemente (y tengo decirlo) se encuentran alejados totalmente de la fe cristiana y de los propios valores que ella implica.
Es abundante el material de ex-seminaristas que podríamos recoger en la web, desde ex-seminaristas que denuncian deliberadamente y públicamente "injusticias" cometidas por sacerdotes, hasta ex-seminaristas que de la forma más irónica, vulgar y chantajista difaman a la Iglesia (también hay grandes testimonios de ex-seminarista que trabajan en favor de la misión de la Iglesia).
La Iglesia en la figura de Madre, ama al seminaristas, al ex-seminarista (de la mayoría o de la minoría) sin distinción alguna y siempre quiere el bien para ellos.
La Iglesia como toda madre también espera "algo" de sus hijos. De la forma más breve intento describir lo que la Iglesia espera de los ex-seminaristas.
1. En primer lugar que se reincorporen a la sociedad y a la familia con humildad, descartando toda idea de que "Dios no quiso" "yo ya no quiero", porque la vocación no se trata de un "querer" se trata de la intervención de Dios en el Hombre, de un misterio. El seminario es un lugar privilegiado para descubrir la vocación y trabajar en ella, pero también para descubrir que no tengo vocación.
2. Comparta la rica experiencia de largos años de formación con los otros. Ya sea en la propia familia, con los amigos del barrio, con los fieles de la parroquia, etc. Un ex-seminarista en su ciudad o en su parroquia debería ser un "líder" en cuestiones de fe y de moral.
3. Que se involucre en la misión de la Iglesia en las diversas actividades de una diócesis o parroquia. Ya sea liderando un grupo, promoviendo actividades de evangelización y misión, etc.
4. Un cristiano con valores espirituales y humanos concretos. Un cristiano que además de ser un hombre de oración, que es recurrente a la confesión y a las celebraciones litúrgicas activamente, es un hombre respetuoso, amable, cordial, sincero, prudente, etc.
5. Un verdadero promotor vocacional. El ex-seminarista se debería pasar horas y horas contándoles a los jóvenes aquella maravillosa experiencia de los varios años de formación. No hay mejor herramienta vocacional que el propio testimonio.
6. Un amigo y colaborador de sus hermanos que se quedaron en el día a día de la formación en el seminario.
7. Que vean y sientan al Seminario como su casa. Casa que los vio crecer en la fe y en valores. La casa donde dejaron parte de su antigua vida, de sus sacrificios, tristezas y alegrías.
8. Que vean en sus formadores y educadores como sus maestros y amigos. Que sean atentos con ellos, agradecidos y que sepan valorar lo recibido.
9. Que vean en el obispo un padre y un pastor. Un padre que se preocupó para que sus hijos seminarista no pasen necesidades. Un pastor que a pesar de la multitud de ovejas que tenía bajo su cargo, los seminaristas eran los privilegiados.
10. Que reconozcan a la Iglesia como madre, y que la sepan valorar, cuidar y proteger.
http://www.entreyparaseminaristas.com/2014/06/que-espera-la-iglesia-de-un-ex.html
Es abundante el material de ex-seminaristas que podríamos recoger en la web, desde ex-seminaristas que denuncian deliberadamente y públicamente "injusticias" cometidas por sacerdotes, hasta ex-seminaristas que de la forma más irónica, vulgar y chantajista difaman a la Iglesia (también hay grandes testimonios de ex-seminarista que trabajan en favor de la misión de la Iglesia).
La Iglesia en la figura de Madre, ama al seminaristas, al ex-seminarista (de la mayoría o de la minoría) sin distinción alguna y siempre quiere el bien para ellos.
La Iglesia como toda madre también espera "algo" de sus hijos. De la forma más breve intento describir lo que la Iglesia espera de los ex-seminaristas.
1. En primer lugar que se reincorporen a la sociedad y a la familia con humildad, descartando toda idea de que "Dios no quiso" "yo ya no quiero", porque la vocación no se trata de un "querer" se trata de la intervención de Dios en el Hombre, de un misterio. El seminario es un lugar privilegiado para descubrir la vocación y trabajar en ella, pero también para descubrir que no tengo vocación.
2. Comparta la rica experiencia de largos años de formación con los otros. Ya sea en la propia familia, con los amigos del barrio, con los fieles de la parroquia, etc. Un ex-seminarista en su ciudad o en su parroquia debería ser un "líder" en cuestiones de fe y de moral.
3. Que se involucre en la misión de la Iglesia en las diversas actividades de una diócesis o parroquia. Ya sea liderando un grupo, promoviendo actividades de evangelización y misión, etc.
4. Un cristiano con valores espirituales y humanos concretos. Un cristiano que además de ser un hombre de oración, que es recurrente a la confesión y a las celebraciones litúrgicas activamente, es un hombre respetuoso, amable, cordial, sincero, prudente, etc.
5. Un verdadero promotor vocacional. El ex-seminarista se debería pasar horas y horas contándoles a los jóvenes aquella maravillosa experiencia de los varios años de formación. No hay mejor herramienta vocacional que el propio testimonio.
6. Un amigo y colaborador de sus hermanos que se quedaron en el día a día de la formación en el seminario.
7. Que vean y sientan al Seminario como su casa. Casa que los vio crecer en la fe y en valores. La casa donde dejaron parte de su antigua vida, de sus sacrificios, tristezas y alegrías.
8. Que vean en sus formadores y educadores como sus maestros y amigos. Que sean atentos con ellos, agradecidos y que sepan valorar lo recibido.
9. Que vean en el obispo un padre y un pastor. Un padre que se preocupó para que sus hijos seminarista no pasen necesidades. Un pastor que a pesar de la multitud de ovejas que tenía bajo su cargo, los seminaristas eran los privilegiados.
10. Que reconozcan a la Iglesia como madre, y que la sepan valorar, cuidar y proteger.
http://www.entreyparaseminaristas.com/2014/06/que-espera-la-iglesia-de-un-ex.html