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Lic. Yuri Chavarry Tello
Psicologo Clinico
C. Ps.P. 17359
¿MEZCLA O INTEGRACIÓN?:
PSICOLOGÍA Y RELIGIÓN EN EL EJERCICIO CLÍNICO RESPONSABLE
En el debate contemporáneo sobre la relación entre psicología y religión, persiste una tensión entre quienes sostienen una estricta separación y quienes promueven una integración respetuosa. A menudo, esta discusión se ve afectada por la confusión conceptual entre los términos “mezclar” e “integrar”. Desde una perspectiva ética y profesional, es fundamental aclarar esta diferencia para permitir un ejercicio clínico que respete tanto la evidencia científica como la dimensión espiritual del ser humano.
MEZCLAR: CONFUSIÓN DE DOMINIOS
Mezclar psicología y religión implica fusionar sin distinción dos disciplinas con metodologías, lenguajes y finalidades distintas. Esta confusión puede dar lugar a intervenciones que carecen de rigor científico o que imponen creencias personales al paciente, vulnerando su autonomía y libertad. Según el Código de Ética del Colegio de Psicólogos del Perú (2017), el profesional “debe abstenerse de imponer sus creencias personales, religiosas o ideológicas en el ejercicio de su práctica profesional” (art. 22). En la misma línea, la Asociación Americana de Psicología (APA, 2017) señala que el psicólogo debe “respetar los derechos y la dignidad de todas las personas, incluidas sus creencias religiosas” (Principio E).
INTEGRAR: RESPETAR Y COMPLEMENTAR
Integrar, en cambio, supone reconocer que la dimensión espiritual puede ser significativa para muchas personas y, por tanto, puede ser abordada de forma profesional y respetuosa dentro del proceso terapéutico, siempre que el paciente lo exprese y lo desee. Esto implica un diálogo entre la psicología como ciencia y la espiritualidad como dimensión experiencial, sin subordinar una a la otra. Integrar es construir puentes, no imponer dogmas.
VanderMeer y Worthington (2018) sostienen que “la espiritualidad y la religión pueden desempeñar un papel positivo en la salud mental si se abordan con sensibilidad clínica y respeto por el sistema de valores del cliente” (p. 45). En este sentido, integrar no significa evangelizar ni convertir, sino considerar los recursos espirituales como posibles aliados terapéuticos en casos de duelo, adicción, depresión, sentido existencial, entre otros.
SOBRE LA ORACIÓN EN TERAPIA: UNA PRECAUCIÓN ÉTICA
Desde una posición personal y profesional, coincido con varios colegas también católicos en que no se debería realizar oración ni dentro del consultorio ni durante la sesión terapéutica, incluso cuando el paciente la solicite. En muchos casos, esto puede generar un enganche emocional o simbiótico de carácter patológico, creando dependencias que interfieren con la autonomía del paciente y el rol objetivo del terapeuta. La oración tiene un lugar importante en la vida espiritual del creyente, pero su práctica debe mantenerse fuera del encuadre clínico para preservar los límites terapéuticos.
Como advierte Aten (2014), “el terapeuta debe ser cuidadoso de no confundir su papel clínico con el de líder espiritual o consejero religioso, pues esto puede generar una relación de doble rol o confusión de funciones que perjudica el proceso terapéutico” (p. 78). De igual modo, Richards y Bergin (2005) proponen que la oración, si bien puede tener valor terapéutico como práctica personal del paciente, no debe formar parte del acto clínico, especialmente cuando hay riesgo de transferencia espiritual o sobreimplicación emocional.
FUNDAMENTOS ÉTICOS PARA UNA INTEGRACIÓN RESPONSABLE
La APA (2017), en su Ethical Principles of Psychologists and Code of Conduct, enfatiza la importancia de la competencia cultural, que incluye la dimensión religiosa. El Estándar 2.01 establece que los psicólogos deben “obtener la educación, capacitación, experiencia o supervisión necesarias para garantizar competencia en el trabajo que realizan”, lo cual incluye el conocimiento básico sobre espiritualidad si se va a intervenir en este ámbito (APA, 2017).
Como psicólogo católico, no debo promover en la consulta nada que contradiga mis valores fundamentales, pero tampoco debo imponer mi cosmovisión religiosa o espiritual al consultante, especialmente si este no manifiesta interés por temas metafísicos o trascendentes. El respeto a la autonomía del paciente es esencial. En ese sentido, ejercer la psicología con integridad también implica reconocer que no todos comparten la misma fe —o ninguna fe—, y que el rol del terapeuta no es convencer, sino comprender y acompañar.
De manera similar, el Código de Ética del Colegio de Psicólogos del Perú (2017) exhorta al psicólogo a “respetar la diversidad cultural, religiosa y espiritual del consultante” (art. 12) y a “evitar prácticas pseudocientíficas o esotéricas que vulneren la integridad del proceso terapéutico” (art. 21). Por tanto, una integración adecuada exige formación, discernimiento ético y respeto por la libertad del consultante.
UNA PSICOLOGÍA CON APRETURA ESPIRITUAL
La integración no es una moda ni una transgresión, sino una respuesta humanista y ética a la realidad integral de muchas personas que viven su fe como una fuente de sentido, resiliencia y esperanza. El psicólogo clínico no debe ser un promotor religioso, pero tampoco puede ser un censor espiritual. La neutralidad ética no significa indiferencia, sino respeto activo.
Como bien señala Pargament (2007), “la psicología que ignora la espiritualidad corre el riesgo de ofrecer respuestas incompletas al sufrimiento humano” (p. 20). En contextos donde la fe es parte central de la identidad del paciente, como en muchas comunidades latinoamericanas, una integración respetuosa puede enriquecer la intervención clínica sin perder el rigor científico.
Por eso a mi juicio, la psicología y la religión no deben mezclarse de forma irreflexiva, pero sí pueden integrarse cuando se hace desde una ética profesional, una formación adecuada y un genuino respeto por el otro. Integrar no es predicar, sino acompañar. Es reconocer que, para muchas personas, la fe no es una ideología, sino una fuente de salud, sentido y consuelo. En ese horizonte, el psicólogo clínico se convierte en un profesional más humano, más empático y más completo.
REFERENCIAS
1. American Psychological Association. (2017). Ethical principles of psychologists and code of conduct. https://www.apa.org/ethics/code
2. Aten, J. D. (2014). Spiritually oriented psychotherapy and the religious client: A guide for mental health professionals. American Psychological Association.
3. Colegio de Psicólogos del Perú. (2017). Código de Ética y Deontología del Psicólogo. https://colegiodepsicologosperu.org
4. Pargament, K. I. (2007). Spiritually integrated psychotherapy: Understanding and addressing the sacred. Guilford Press.
5. Richards, P. S., & Bergin, A. E. (2005). A spiritual strategy for counseling and psychotherapy (2nd ed.). American Psychological Association.
6. VanderMeer, J., & Worthington, E. L. (2018). Religion and spirituality in psychotherapy: A competency-based approach. American Psychological Association.
Como citar este artículo
Por Lic. Yuri Chávarry Tello
Psicólogo
clínico y católico comprometido con el diálogo fe-razón.
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