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sábado, 22 de enero de 2011

El superhombre dominando.


De Emile Bréhier.

Volumen II: séptima parte, capítulo VII, 2.

Para el propio Nietzsche, sus libros eran como etapas de su curación, de acuerdo con la máxima que se había dado a sí mismo: «Ser absolutamente personal sin emplear la primera persona; una especie de memoria». En efecto, la transmutación de valores tiene como fuente, no la reflexión y el análisis, sino la simple afirmación de poderío, que existe por sí, sin necesidad de justificarse; los hombres del Renacimiento italiano, con su «virtu libre de moralina», o Napoleón, eran los modelos de humanidad no domesticada que Carlyle o Emerson pretendieron justificar erróneamente, como representativos de una idea. Esa transmutación adopta también naturalmente la forma de un anuncio profético en Así hablaba Zaratustra (1835-1885) o en la obra póstuma Ecce homo (1908). El superhombre que predecía Zaratustra no es la consumación del modelo humano; Nietzsche veía al último hombre un poco al estilo de Cournot, como el hombre que lo ha organizado todo para eludir riesgos y que se encuentra definitivamente satisfecho con su vulgar felicidad; pero «el hombre es algo que debe ser superado, es un puente, no un fin»; la característica del superhombre es el amor al riesgo y a los peligros; la voluntad de poder es el auténtico nombre de la voluntad de vivir; porque la vida sólo aumenta cuando somete el medio que la rodea. ¿Cómo interpretar el conjunto del poema de Zaratustra sino como la narración de los peligros que corre el héroe, de los peligros que nuestra civilización hace correr al superhombre incipiente, cuya generosidad los hace aún más peligrosos, y que él conseguirá superar al final? Se trata, ante todo, del mito del eterno retorno, de la vuelta indefinida del mismo ciclo de acontecimientos, cuya idea había anticipado Schopenhauer, como objeto de un terror que debía justificar el pesimismo, el disgusto frente a una vida que se teme volver a vivir igual; Zaratustra siente al principio ese disgusto y, después, no sólo acepta el mito, sino que lo hace suyo: el eterno retorno es la liberación del sometimiento a los fines, la afirmación infinita y feliz de una existencia que sólo esa misma afirmación puede justificar y, por último, la sujeción de la existencia a una forma definida y limitada, que es la expresión misma del poder. El eterno retorno es el prototipo de la transmutación de los valores: el sí que se opone al no. Otra tentación es la de los «hombres superiores», aquellos de los que el populacho dice: «Hombres superiores...; no hay hombres superiores; todos somos iguales... ante Dios»; el mensajero del gran cansancio dice de los hombres superiores: «Todo es igual, nada merece la pena»; el «concienciador del espíritu», que prefiere no saber nada a saber mucho a medias, para quien «en la verdadera ciencia no hay nada grande ni nada pequeño»; el «expiador del espíritu», el encantador (el propio Wagner), el que busca el amor y el dolor; «el peor de los hombres», el que ve a un Dios compasivo como un testigo del que procura vengarse; el mendigo voluntario que desprecia a los «esclavos de la riqueza que saben sacar provecho de las basuras, a ese populacho dorado y falso», y la «sombra de Zaratustra», el discípulo, que tiene que procurar liberarse de una fe estrecha; son otros tantos tipos de hombres superiores cuya nobleza estriba en la repugnancia que sienten hacia los hombres y hacia sí mismos: ni el pesimista, ni el filólogo, ni el sabio, ni el artista, ni el que desprecia las riquezas han sabido superar su propio disgusto. El superhombre no está hecho para continuar su tarea: «Vosotros, hombres superiores, ¿creéis que estoy aquí para rehacer bien lo que vosotros habéis hecho mal? Es preciso que perezcan cada vez más y los mejores de vuestra especie... Sólo así crece el hombre hacia la altura».

Nietzsche renuncia así a esa aristocracia intelectual cuya nobleza contiene tantos rasgos de decadencia; más opuesto aún al ideal social y democrático, no es cierto, sin embargo, que la voluntad de poder designase en él la mera fuerza bruta y destructora: las últimas reflexiones de Nietzsche parecían convencerlo por el contrario de que la abundancia de la vida se manifiesta en una selección y un orden preciso, riguroso, entre los elementos que domina; «la purificación del gusto sólo puede ser consecuencia de un reforzamiento del modelo», que a su vez resulta de una superabundancia de fuerza; «nos falta el gran hombre sintético, capaz de someter sus fuerzas dispares bajo un mismo yugo; lo que tenemos es el hombre múltiple, el hombre débil y múltiple». Estos últimos pensamientos abrían sin duda camino a una concepción del ser y de la vida cuya importancia no fue intuida siquiera por los nietzscheanos vulgares, tan numerosos a principios de siglo, y que veían en Nietzsche sólo el individualismo, pero no el dominio de sí y el ascetismo que robustecen al hombre.

Fuente: Bréhier, Emile. Historia de la filosofía (2 vols.). Traducción de Juan Antonio Pérez Millán y Mª Dolores Morán. Madrid: Editorial Tecnos, 1988.

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Emile Bréhier escritor de este fragmento filosófico, toma Nietzsche para analizarlo. Lo compara con Napoleón, Caryle y Emeson. Tomando como base ; “El súper hombre”. Entendiendo que el pensamiento del hombre puede ser superado, por otro. Teniendo en cuenta que hombre no es el fin. Lo que caracteriza al súper hombre, es el amor al riesgo y a los peligros. Se expone sistemáticamente el mito del eterno retorno. Hay dos afirmaciones interesantes: “Hombres superiores, no hay hombres superiores; todos somos iguales ante Dios”. “Esclavos de la riqueza que saben sacar provecho de las basuras, a este populacho dorado y falso”. Por otra parte se prefiere no saber nada que saber a medias.


Nietzsche habla de una purificación de hombre, de un ser humano débil dando el criterio del ser. El que escribió este artículo le interesa dar a conocer los errores de Nietzsche para que no sigan creyendo en su doctrina. Hay razas superiores a otras, podemos concluir que algunos individuos están destinados a estar por encima de todos. Pero caer en este error, es ser individualista. Todas estas dificultades ayudan a potencial la virtud de la paciencia, pero no como renuncia a su propio yo, sino saber entender la incapacidad social que tiene el superhombre, de entender al débil.

Como que se mudan, como que se convierten los valores, olvidando que no se pueden cambiar, porque es una cualidad existencial, en virtud de su reconocimiento y estima de algo bueno. A esto se le hace un consejo que quiere persuadir o convencer de lo que se dice es la verdad. Por lo tanto, la idea del superhombre es errónea porque sabemos que no hay seres superiores a otros, sino personas con más cualidades y facultades que otros. Siendo la facilidad la disposición para hacer algo sin gran trabajo; y la superioridad es la excelencia o ventaja de Persona o conjunto de personas de superior autoridad, por lo anterior no se puede confundir la facilidad con la superioridad.

Al parecer a Nietzsche le gusta la excelencia, desea filósofos, verdaderos pensadores esto está bien; pero el problema radica en la autosuficiencia que algunos se atribuyen para dominar a los otros. De la misma manera se puede observar que estos pensamientos oprimen al más débil, al necesitado y a los pueblos pobres que son finalmente dominados por el Superhombre.

Una lucha interesante de Nietzsche, es acabar la mediocridad, pero al mismo tiempo la dominación está presente en nuestra época, por lo tanto afirmo que el superhombre está dominado.

tu amigo de siempre DIEGO GARCIA.

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